
Educación tradicional vs educación siglo XXI, clase magistral vs trabajo por proyectos, objetivos por etapas vs adaptaciones de currículo, etc., etc., etc… pudiendo entrar en un debate donde presentar nuestras mejores opiniones como padres, educadores, pedagogos o influencers. Aunque creo que es más enriquecedor si hablo desde mi experiencia en la educación de adultos, en particular con personas adultas con discapacidad intelectual.
Muchas estamos siendo las entidades que entramos en lo que estamos llamando “proceso de transformación”, transformación de los servicios que damos a través de nuestros recursos: colegios, centros ocupacionales, centros de día, viviendas… y transformación de los profesionales, donde nos cuestionamos, paramos y reflexionamos sobre otra forma de hacer las cosas, dejando de ser terapeutas y monitores de taller para ser acompañantes de las personas en conseguir su propio proyecto de vida.
Este cambio de paradigma tiene su base en un modelo desarrollado a lo largo de muchos años, por profesionales de una larga experiencia (Schalock y Verdugo). Se trata del Modelo de Calidad de Vida, donde nos basamos en 8 dimensiones de la calidad de vida de las personas, fijándonos objetivos sobre los que ir trabajando. La herramienta es la PCP (Planificación Centrada en la Persona): la persona siempre en el centro y los demás somos su grupo de apoyo, trabajando y acompañando a la persona en el descubrimiento de sus intereses, metas y preferencias, en definitiva, qué quiere hacer con su vida, cuál es su proyecto de vida, como el que tienes tú o yo (formación, tener una pareja, independencia económica, vivienda, trabajo, mejor salud…)
Todos estos cambios no están siendo fáciles de articular, pero sí que puedo decir que es toda una aventura motivadora en el proceso y en los resultados que a corto plazo podemos medir. Ya no evaluamos los programas y los grupos de personas que participan (según sus características o habilidades que nosotros como profesionales ya hemos previamente pensado), sino que evaluamos a las personas dentro del grupo. Además, esta “individualidad” va surgiendo de una forma espontánea a medida que el modelo se sigue implantando, y nos descubrimos mirando a la persona, si sus dimensiones de calidad de vida se están viendo mejoradas y si en definitiva la estamos acompañando en su proyecto vital, en aquello hacia lo que quiere hacer en la vida, con su vida.
Inevitablemente esta experiencia, que como ya digo está en constante cambio y adaptación, me recuerda a la experiencia educativa de mis hijos, la que tienen y la que pueden tener. Descubro que pensar en lo colectivo es pensar en lo individual (objetivos, contenidos, prácticas, etc…), pero pensar en el individuo como persona dentro del colectivo, también es pensar en el bien del grupo que somos como sociedad.
VICENTE SÁNCHEZ GINÉS
Educador taller centro ocupacional en AFAD