Educar la voluntad

Opinión
Fernando Gómez

Las palabras que dejo aquí por escrito son palabras de Bernabé Tierno respondiendo a una carta de una madre desesperada por su hijo. Muchas veces me las apliqué a mí mismo porque jamás hemos de dejar de progresar en nuestra propia educación. De nuestra propia voluntad también dependen las horas y el ánimo con el que debemos afrontar retos como una oposición y hay veces que no nos queda más que eso, la voluntad.   

Estas son las palabras de esa madre angustiada: «¿Por qué mi hijo no estudia? ¿Por qué no se concentra? ¿Por qué a veces dialogas con él y te promete mejorar y, al ponerse delante de los libros, en ausencia de los padres, deja el estudio y se pone ante el televisor? Ni la profesora particular, ni el gabinete psicológico (que todo lo atribuía a la edad y como único remedio nos aconsejaba quererle y apoyarle) nos han dado resultado». 

Nuestro famoso psiquiatra le responde así: «Empiezo por afirmar que las preguntas que se hace la madre tienen cumplida respuesta en la siguiente afirmación: sólo es posible para el ser humano lograr unos niveles de madurez mental y psíquica y relativa felicidad, si desarrolla hábitos de esfuerzo, autodisciplina y voluntad, haciendo desde su más tierna edad todo aquello que puede y debe hacer, aunque no le guste, pero que le conviene y es necesario para su formación integral (…) La clave de todo está en que en ese pulso que permanentemente echan los niños y adolescentes a sus padres para doblegar sus voluntades y solo hacer lo que les guste, los padres lo ganen y no transijan lo más mínimo en este punto de exigir que los hijos hagan lo que deben. Su firme actitud ha de permanecer inquebrantable a toda costa (…) La firmeza de los padres es la única manera que yo conozco de formar una voluntad fuerte (…) Los padres debemos saber que la autodisciplina se consigue por el camino del esfuerzo y de la exigencia con autoridad dialogante, pero firme. Ya sabemos que lo más probable es que los hijos sigan la ley del menor esfuerzo, pero para impedirlo están los padres y educadores quienes desde su madurez, realidad y experiencia, no  consentirán ningún conato de chulería, falta de responsabilidad o malos modales».

Este niño con doce años que ahora se pregunta que por qué se aburre, por qué no se concentra y por qué suspende cuando antes aprobaba todo bien, no tiene más que una respuesta por parte de nuestro psiquiatra: «Porque no tienes voluntad y en cuanto has pasado a unos cursos en los que es necesario atender mucho en clase y dedicar bastante tiempo en casa para hacer las tareas te has dado por vencido. Te va la comodidad y el no esforzarte en nada. Desarrolla tu fuerza de voluntad esforzándote en hacer lo que debes aunque te cueste mucho y no te guste, y verás que pronto se acaban tus problemas y ya tienen cumplida respuesta todas tus preguntas. ¿Acaso piensas que otros chicos de tu edad o mayores que tú, que son responsables y cada tarde estudian varias horas, lo hacen sin esfuerzo? Les cuesta tanto o más, pero tienen muy claro que nada importante se consigue en esta vida sin sacrificio, sin tesón, sin esfuerzo. No me cansaré en repetir que la clave está en la ¡acción! En hacer lo que se debe hacer, cueste lo que cueste y dejarse de lamentaciones. No estoy de acuerdo con los profesionales de ese gabinete psicológico que lo atribuyen todo a la edad y os aconsejan como único remedio quererle y apoyarle, porque para ello es imprescindible  ¡exigirle!

Estos especialistas olvidan que la lección más importante que debe aprender todo ser humano es la de ser dueño de su propio destino. Esto sólo se logra por la vía del esfuerzo y de la constante superación de problemas. Con razón decía Emerson que “la educación de la voluntad es la meta de nuestra existencia”, porque desde esa meta todas las demás metas se convierten en algo fácil y gratificante. La respuesta a todas las preguntas tiene un enunciado tan ambicioso como sencillo: educar la voluntad. Pero educar la voluntad y el carácter en unos principios nobles exige perseverancia en el obrar bien y esto, casi siempre, conlleva nadar contra corriente. Contra esa corriente que arrastra hoy a tantos a huir de todo lo que suponga sacrificio, tesón y esfuerzo. Dejo para el recuerdo del lector la frase lapidaria de san Agustín: “el precio del hombre es la voluntad”. Evidentemente la formación integral del educando presupone la educación de la voluntad». 

El reto de una oposición es también el reto a nuestra voluntad personal, nuestra capacidad para moldearnos como personas y aprender a superar determinados límites a los que la realidad nos somete.

El reto no es sólo aprobar una oposición, también es seguir moldeándonos como personas. No dejemos de aprovechar los retos de nuestra vida para seguir creciendo en ello.

¡Mucho ánimo! 

Manuel Ramón Horcajada Núñez

Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, DEA por la Universidad Complutense de Madrid en 2007 y doctor “Cum Laude” en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid (2009). 

Publicaciones: Publicación de tesis doctoral en la Universidad Complutense: “Significado de la finitud temporal de la existencia en relación a la pregunta por el sentido en el personalismo”,  y “El hombre ante el abismo”, Ed. Kadmos, Fundación Emmanuel Mounier, Salamanca 2010. 

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